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La curiosidad es el mejor antídoto contra la polarización

  • Foto del escritor: Alberto Aguirre de Cárcer
    Alberto Aguirre de Cárcer
  • 6 dic
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: hace 7 horas

Un estudio sugiere que contribuye a que los debates sean menos tóxicos y que puede inducirse con unos sencillos cambios de comportamiento


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Alberto Aguirre de Cárcer

Sally Satel, profesora de Psiquiatría en la Universidad de Yale, cuenta que Charles Darwin estableció una ‘regla de oro’ para sus estudios sobre la naturaleza. Cada vez que hallaba información contraria a sus tesis, la anotaba. Entendía que “tales hechos y pensamientos eran mucho más propensos a escapar a la memoria que los favorables”. De esa manera, “Darwin evitaba el sesgo de confirmación, la tendencia a favorecer la evidencia que valida las creencias preexistentes de cada uno”, dice Satel.


Con esa actitud, Darwin practicaba la humildad intelectual, una virtud epistémica que nos protege contra los sesgos cognitivos y nos permite estar abiertos a corregir nuestras creencias y puntos de vista. Algunas investigaciones, como la realizada por la psicóloga Shauna Bowes en la Universidad de Alabama, muestran cómo la humildad intelectual puede ayudar a reducir la polarización política. Las personas que exhiben este rasgo tienden a considerarse no muy distintas de aquellos que mantienen ideas opuestas. En general, son personas más abiertas y tolerantes con el desacuerdo.


Ahora, otra virtud epistémica, la curiosidad, aparece también como una herramienta fundamental para combatir la polarización política que crece en una sociedad cada vez más crispada y dividida. Un fenómeno que parece el fruto enfermizo de una era donde la conversación pública fluye a través de las redes sociales, y que es alentado por partidos políticos que migran hacia los extremos en sus estrategias para captar la atención de la ciudadanía.


La V Encuesta Nacional de Polarización Política, que han presentado recientemente los investigadores del Centro de Estudios Murcianos de Opinión Pública (Cemop), muestra que siete de cada diez españoles piensan que la crispación y el enfrentamiento se ha incrementado durante el último año. Y como consecuencia de todo lo anterior cada vez es más acusado el rechazo a los partidos y a la política en general. Según un reciente estudio del sociólogo y politólogo Tarek Jaziri Arjona para la organización More in Common, un 14% de los españoles han roto relaciones familiares o con amigos por discusiones políticas.


Esta percepción generalizada es objeto de comentarios cotidianos que se repiten ahora con mayor recurrencia, tanto en España como en otros países, con Estados Unidos a la cabeza, donde la polarización se ha convertido en un grave problema democrático y como tal también en un campo científico en auge.


Dana Milbank, un respetado columnista del diario 'The Washington Post', escribía hace poco tiempo que la solución a la polarización puede llegar de los estudios sobre la curiosidad, un rasgo personal que distintas investigaciones están relacionando con el bienestar personal y la propia longevidad. La curiosidad también ayuda a ralentizar el declive cognitivo y mejora la resiliencia y la creatividad, apuntan otros estudios.


Se trata de un rasgo innato en muchas personas, pero también es una virtud epistémica que se puede trabajar para tener una mente políticamente más abierta o inducirla en nuestros interlocutores, ya sea cara a cara o en línea por internet. Así se desprende de un estudio publicado en la prestigiosa revista 'Scientific Reports' por investigadores estadounidenses de las Universidades George Mason y de California, en Santa Barbara.


Estos científicos señalan que gran parte de la polarización política e ideológica se debe a la falta de curiosidad en nuestro discurso político porque el objetivo fundamental que nos mueve es conseguir una identificación social e ideológica. El fin último es sentirnos parte de un grupo claramente definido. El partidismo favorece la búsqueda de ese tipo de identidad. Hace que destaquemos los aspectos positivos del grupo con el que nos identificamos y denostemos los negativos que atribuimos a nuestro grupo oponente.


Por la misma razón evitamos discrepar puntualmente con quienes piensan como nosotros. Sin embargo, esa creencia, según demostraron estos investigadores, no se observa en las personas que muestran una mayor curiosidad. Son personas que están más dispuestas a cambiar sus puntos de vista y a relacionarse con otras que tienen ideas políticas opuestas. ¿Se puede inducir esa curiosidad para mitigar la polarización y desplegar discusiones políticas e ideológicas más productivas? Parece que sí.


Estos investigadores prueban que existe una mayor curiosidad política y una mayor motivación para conversar con el objetivo de aprender cuando las personas descubren que en el grupo con el que se identifican hay miembros que son más abiertos de mente, humildes y dispuestos a flexibilizar sus puntos de vista o, al menos, a tomar en consideración visiones alternativas a las propias.


Madeleine Gross, de la Universidad de California y coautora de este estudio, precisa que “crear las condiciones para que las personas tengan conversaciones abiertas y efectivas sobre diferentes puntos de vista políticos ofrece un cambio prometedor para garantizar una democracia que funcione mejor. Tal diálogo mejora la comprensión mutua, reduce la polarización y fomenta una mayor confianza”. Gross señala que es posible aumentar la curiosidad con cambios sencillos en el comportamiento, como hacerse preguntas, intentar enfocar los asuntos desde posiciones alternativas y romper la rutina diaria.


Es muy probable que si la humildad intelectual y la curiosidad contribuyen a debates menos polarizados y más productivos, practicar otras virtudes epistémicas debería acentuar este efecto. Por ejemplo, el rigor y la honestidad intelectual, la perseverancia y la autocrítica.

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