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El cierre nuclear entra en modo pausa en España

  • Foto del escritor: Alberto Aguirre de Cárcer
    Alberto Aguirre de Cárcer
  • 6 dic
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: hace 7 horas

Los centros de datos para la IA, el riesgo de otro apagón, los objetivos de

descarbonización, el coste de la factura eléctrica y la coyuntura política dan aire a una fuente de energía que revive en todo el mundo


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Alberto Aguirre de Cárcer

A nadie le puede sorprender que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, cambie de opinión en asuntos cruciales, pero llama la atención el giro del líder socialista en su posición sobre el cierre progresivo decidido en 2019 de los siete reactores nucleares que están en funcionamiento en España. En su última entrevista con el diario ‘El País’, Sánchez explicitó que ahora ve con buenos ojos el mantenimiento de las plantas todavía operativas, siempre y cuando las empresas propietarias garanticen la seguridad y no supongan una carga fiscal para los ciudadanos.


La demanda energética por los nuevos centros de datos para la IA, el riesgo de otro gran apagón, los objetivos europeos de descarbonización, el coste de la factura eléctrica y la coyuntura política nacional dan aire a una fuente de energía que revive en todo el mundo y que supone el 20% de la electricidad generada en España.


La variable política está teniendo mucho peso en este nuevo escenario. Las declaraciones de Sánchez se produjeron en la antesala de la campaña electoral de las autonómicas de Extremadura, donde el cierre programado de la central de Almaraz era y es un asunto sensible, pues las principales formaciones allí apuestan por la continuidad de la planta, incluido el PSOE que lideraba Miguel Ángel Gallardo. Los resultados electorales en ese municipio extremeño fueron reveladores (la suma de PP y Vox se disparó hasta sumar un 70% de los votos). Los socialistas tuvieron que hacer equilibrios con este asunto porque Sumar, su principal socio de gobierno, advirtió a través de Yolanda Díaz de que no aceptaría la prórroga de las nucleares.


Consciente de la vulnerabilidad de Sánchez, el PP había presentado en el Congreso de los Diputados, antes del inicio de este ciclo electoral, una iniciativa instando al mantenimiento de las plantas con el fin de obligar al PSOE a reconsiderar su decisión o al menos a ‘retratarse’ políticamente. Los diputados socialistas votaron en contra para no conceder una victoria a los populares, que a la postre no cosecharon porque Junts, en uno de sus últimos capotes a Sánchez antes la ruptura de los de Puigdemont, no apoyó la propuesta, también especialmente sensible en Cataluña por las plantas de Vandellós y Ascó. Habrá que esperar a que pasen semanas o meses tras la cita electoral extremeña para ver cuánto hay de realidad en el giro de Pedro Sánchez.


La posición del PSOE nunca ha sido favorable hacia la energía nuclear, aunque ha tenido altibajos de intensidad y ha cobijado algunas voces, especialmente de destacados dirigentes que procedían del mundo de la física y de la industria energética, favorables al mantenimiento de las plantas ya construidas. Dos años después de la llegada de Felipe González a La Moncloa en 1982, el Gobierno del PSOE paralizó la construcción de cinco nuevas plantas. Se ponía fin a unas políticas públicas que hunde sus raíces en la Junta de Energía Nuclear, la antigua JEN creada durante la dictadura y que años después, ya en democracia, se transformó en el Ciemat (Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas).


El accidente de Chernobyl en 1986 supuso el último clavo en el ataúd e impulsó el papel y la relevancia del Consejo de Seguridad Nuclear. Dicho lo anterior, nunca como a finales de los 80 y hasta 1995, con Gobiernos de Felipe González, se impulsó tanto la investigación y la gestión de los residuos radiactivos, a través de la empresa estatal Enresa.


La apuesta de otros países por la energía nuclear ha sido muy importante. Especialmente Francia, que hace décadas vendió su tecnología a China, el gigante que hoy lidera el auge de esta fuente que contribuye de forma decisiva a cumplir con la descarbonización y cuyo gran obstáculo, al margen de la gestión del combustible gastado, es el coste y duración de los proyectos para levantar las nuevas plantas. Sin embargo, en marcha están nuevas tecnologías para disponer de reactores más pequeños y más baratos, pero igualmente eficaces.


La administración estadounidense de Donald Trump ha comenzado apostar por esta vía convencida de que la energía nuclear será imprescindible para la economía de la inteligencia artificial, que precisa de numerosos centros de datos de gran consumo energético. En la última cumbre sobre cambio climático celebrada en Brasil hasta el propio gobernador de California, el demócrata Gavin Newsom, se mostró partidario de replantearse el futuro de la energía nuclear, precisamente en el estado más opuesto a esta alternativa.


Lo cierto es que en todos los países desarrollados está creciendo la convicción de que no se podrán alcanzar los ambiciosos objetivos de descarbonización para mitigar el calentamiento global si se renuncia precipitadamente a una fuente que no genera C02 y que asegura el abastecimiento energético las 24 horas. En España, la nuclear representa el 26% de la energía limpia, de modo que sin contar con ella difícilmente nuestro país podrá alcanzar los objetivos de descarbonización fijados en la UE. Pocos expertos dudan de que el futuro pasa por priorizar y desarrollar las energías renovables, como la fotovoltaica y la eólica, pero como ha demostrado el masivo apagón eléctrico sufrido en España, la energía nuclear, como las plantas de gas de ciclo combinado, siguen siendo necesarias también para dotar de estabilidad a todo el sistema.


Aunque la seguridad de las plantas atómicas preocupa a la sociedad general, y no faltan razones vistas las consecuencias de los desastres de Chernóbil y Fukushima, lo cierto es que los combustibles fósiles causan muchas más muertes. Y no solo porque están impulsando la crisis climática, sino también directamente a través de la contaminación del aire. Según un estudio reciente del prestigioso proyecto Our World in Data, el carbón y el petróleo originan muchos más fallecimientos por unidad de electricidad producida que las energías renovables o la energía nuclear. Y eso solo teniendo en cuenta las muertes por contaminación del aire y accidentes, no por desastres provocados por el cambio climático, precisaba la publicación Canary Media.


El carbón, que genera alrededor del 35% de la electricidad en todo el mundo, es la fuente de energía más mortífera, pues sería responsable de casi 25 muertes por teravatio-hora de electricidad producida. El petróleo es la segunda fuente más letal, causando más de 18 muertes por teravatio-hora. El gas fósil mata a casi tres personas por unidad de electricidad, menos que el carbón y el petróleo, pero aún así notablemente más que cualquier forma de energía limpia.


Las fuentes de energía más seguras son también las más limpias, y eso incluye junto a la eólica y la solar a la nuclear. Mi impresión es que el Gobierno español, sea el de Sánchez u otro de distinto signo en el futuro, no aprobará nuevas centrales nucleares. Exigen grandes inversiones y mucho tiempo de diseño y construcción. Y además cuentan históricamente con una gran oposición social en España (hoy más matizada por la crisis energética surgida tras la invasión rusa de Ucrania). Sin embargo, como están haciendo más de una decena de países de la UE, este Gobierno o el que venga mantendrá mientras pueda las existentes, aplazando el cierre inicial establecido entre 2027 y 2035.


Otra cuestión es la posición de las empresas propietarias de las plantas, pues la viabilidad financiera de estas centrales está sometida a una importante carga fiscal, al coste añadido del modelo de gestión de los residuos radiactivos y a su exclusión en la planificación energética nacional, lo que supone una incertidumbre añadida.


Si priman los criterios técnicos, el mantenimiento de los actuales siete reactores y el consiguiente retraso de su cierre es una decisión más que probable porque disponer de todas las energías bajas en carbono parece hoy la estrategia más prudente cuando ya se ha superado el calentamiento global en 1,5 grados. Esa posición es, además, compatible con el impuso prioritario de las energías renovables, como la solar y la eólica. En 2025 éstas superaron al carbón como principal fuente de generación eléctrica en todo el mundo. Crecieron tan rápido que podrían haber abastecido toda la demanda mundial en los primeros seis meses del año.


China fue el gran responsable del despegue de las renovables. Su presidente Xi Jinping anunció el pasado año en la ONU que reducirá el 10% de sus emisiones de C02 en una década, pero sin disminuir su consumo energético, sino multiplicando su generación con fuentes solares y eólicas. Tal es el impulso de las energías renovables que la revista 'Science' lo eligió como avance científico de 2025.

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