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La IA impacta en la literatura de ficción

  • Foto del escritor: Alberto Aguirre de Cárcer
    Alberto Aguirre de Cárcer
  • 30 nov
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: hace 9 horas

Un estudio de la Universidad de Cambrigde refleja la preocupación de los

escritores, que en su gran mayoría ven en la inteligencia artificial una auténtica amenaza existencial


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Alberto Aguirre de Cárcer

La capacidad para narrar historias es lo que nos hace humanos, dice el escritor Will Storr. En su obra ‘La ciencia de contar historias’ afirma que éstas “emergen de las mentes humanas con la misma naturalidad con la que respiramos”. En esencia, el cerebro es un procesador que se nutre de relatos para dar sentido a nuestra caótica existencia, señala Storr en un libro que explora literatura y neurociencia. Tal es la avidez y necesidad narrativa que solo era cuestión de tiempo que la inteligencia artificial, nuestra última gran creación tecnológica, terminará por desembarcar en la literatura de ficción. El gran interrogante es qué consecuencias traerá consigo para los creadores y para la industria editorial.


Entre los escritores de ficción la IA suscita una profunda inquietud. Así lo atestigua un estudio elaborado en la Universidad de Cambridge, a partir de una encuesta a 258 autores británicos de novelas y 74 profesionales de la industria editorial, que aporta 11.000 millones de libras a la economía del Reino Unido.


La mitad de los escritores teme que la IA acabe por reemplazar por completo su trabajo como creadores de ficción. Son todavía más, casi dos tercios de los encuestados, los que están convencidos de que sus obras han sido utilizadas sin su permiso para entrenar esos grandes modelos de lenguaje que son la base de los programas de IA más populares. Y una abrumadora mayoría, el 85% de los novelistas, manifiestan que la IA habría producido ya un significativo impacto negativo en sus ingresos.


El trabajo fue acometido por científicos adscritos a la Universidad de Cambridge en el Centro Minderoo para la Tecnología y la Democracia. Además de reflejar la inquietud de los creadores por su futuro profesional, la encuesta muestra la preocupación de los escritores por la futura calidad de las novelas. Muchos sostienen que el uso de esos modelos de lenguaje, entrenados con numerosos relatos de ficción ya publicados, se traducirá en una pérdida progresiva de la originalidad, a medida que las obras creadas con IA vayan desplazando de los estantes de librerías y bibliotecas a las creaciones que han sido fruto exclusivamente del talento de los autores, un fenómeno que ya estaría sucediendo.


Clementine Collet, autora principal de esta investigación, subraya que las empresas tecnológicas tienen el mercado de la ficción literaria en su punto de mira. Herramientas de IA generativa, como Sudowrite y Novelcrafter, se utilizan ya para generar ideas y editar novelas, mientras otras, como Squibler y Qyx AI Book Creator, son empleadas para la elaboración de libros de gran extensión. También la IA ha entrado en el mundo de la edición. La plataforma Spines utiliza esta tecnología para el diseño de portadas y distribución de obras de ficción.


“La ironía brutal es que las herramientas de IA que afectan a los novelistas probablemente estén entrenadas con millones de novelas que han sido pirateadas de bibliotecas en la sombra sin el consentimiento o la remuneración a los autores”, asegura Clementine Collet.


El comentario de esta investigadora adquiere especial contundencia porque se produce poco después de que la empresa estadounidense Anthropic, una de las firmas líderes de la IA, haya acordado pagar 1.500 millones de dólares a un grupo de autores y editores después de que un juez dictaminara que había descargado y almacenado ilegalmente millones de libros con derechos de autor. En función de este acuerdo, Anthropic pagará 3.000 dólares por trabajo a 500.000 autores. Un precedente que puede marcar el camino a otras empresas tecnológicas en Estados Unidos, donde hay más de cuarenta demandas por derechos de autor presuntamente vulnerados.



Mayor transparencia

Paradójicamente, los escritores británicos de ficción no manifiestan una oposición frontal a la IA. Ocho de cada diez afirman que traerá beneficios sociales y uno de cada tres dicen que utilizan IA en su trabajo para tareas no creativas, como la obtención de información. Sin embargo, despliegan numerosas razones para sentirse perjudicados por una tecnología con la que se están viendo obligados a competir y que no respeta los derechos de autor. Por ese motivo, reclaman mayor transparencia a las empresas tecnológicas y la obligación de que dispongan del consentimiento informado de los autores, con una remuneración justa por su trabajo.


Los escritores temen que en última instancia termine por socavarse el valor de la literatura y que se extienda la sospecha entre los lectores de que los creadores están utilizando IA sin reconocerlo, lo que a la postre produciría un daño reputacional a quien ejerce con honestidad el oficio de escribir ficción. Curiosamente, algunos novelistas piensan que, como respuesta a la ficción generada por IA, abundante en estereotipos pues se basa en millones de textos ya publicados, podría haber un incentivo entre los autores para la búsqueda de fórmulas narrativas más originales.


Según el estudio, los creadores literarios británicos pronostican que la ficción de género corre mayor riesgo de ser desplazada. En la encuesta de la Universidad de Cambridge, dos tercios (66%) consideraron que el género romántico estaba extremadamente amenazado, seguido de cerca por el thriller (61%) y por las historias de crímenes (60%).


La investigación del Centro Minderoo para la Tecnología y la Democracia concluye con una serie de recomendaciones en materia de derechos de autor, diseño responsable de IA generativa, investigación, educación y buenas prácticas en la industria editorial. En concreto, se propone que el Gobierno del Reino Unido no establezca excepciones en la legislación sobre derechos de autor ni un modelo de exclusión voluntaria para el entrenamiento de la IA. “Por el contrario, debería reforzarse la legislación sobre derechos de autor fomentando un mercado de licencias dinámico, accesible y justo para el entrenamiento de la inteligencia artificial”, señala el informe.


Asimismo, el Gobierno debería promulgar políticas y regulaciones que exijan a las empresas tecnológicas transparencia sobre los detalles de sus datos de entrenamiento para los programas de IA, así como una remuneración justa a los creativos por el uso de su trabajo en el adiestramiento y perfeccionamiento de estos productos. Esto facilitaría un mercado de licencias y permitiría a los creadores ejercer sus derechos. Igualmente, Clementine Collet y sus colaboradores abogan porque el Gobierno británico invierta en el desarrollo de modelos de lenguaje creados en ese país, bajo diseño y entrenamiento responsables.


Incluir la escritura creativa sin IA y las habilidades críticas de la IA en los currículos escolares es otra propuesta del informe. “Además de la alfabetización digital, se debe enseñar a los niños habilidades que les permitan ser críticos con los sistemas de IA, para que estén informados sobre las limitaciones y desventajas de su uso”, recalca el estudio. A juicio de los investigadores británicos también es relevante que el Ejecutivo invierta en iniciativas de escritura creativa y en el trabajo de editoriales independientes de vanguardia para hacer frente a la homogeneidad de voces literarias que puede provocar la IA en el medio plazo.


El informe no solo hace recomendaciones al Gobierno. También pone el foco en la industria editorial. Señala la profesora Collet que las editoriales deben ser transparentes sobre el uso interno de la IA. Su utilización debe comunicarse y debatirse abiertamente con agentes literarios y autores para fomentar la confianza, la colaboración y el intercambio de conocimientos dentro de la industria, y para permitir la trazabilidad según sea necesario. Asimismo, se insta a las editoriales a que reconozcan y respeten que los derechos de formación de los modelos de lenguaje pertenecen al autor. “La industria debe colaborar para normalizar que, si se gestionan a través de editoriales, los derechos de formación de la IA se licencien como subderechos con una distribución financiera justa”, señala el estudio.

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