Shakespeare, Agnes y el dolor infinito por la pérdida de un hijo
- Alberto Aguirre de Cárcer

- 6 dic
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Actualizado: hace 6 horas
Como sucedió con ‘El Cautivo’ de Amenábar, se hablará mucho de la vida ficcionada del genio inglés y su esposa en ‘Hamnet’, novela llevada al cine

Alberto Aguirre de Cárcer
Empecé a escribir este artículo cuando aún estaba disfrutando de las últimas páginas de ‘Hamnet’, la celebrada novela publicada en 2020 por Maggie O’Farrell, que deja volar su imaginación para ficcionar cómo el dolor de William Shakespeare y su esposa por la muerte de su hijo de 11 años habría desembocado, solo cuatro años después de esa tragedia familiar, en la escritura de ‘Hamlet’, una de las cumbres de la literatura universal.
Una parte de mi interés por esta historia, llevada este año al cine por la directora Chloé Zhao, coguionista con la propia O’Farrell, radica en que sigue una larga estela de obras literarias y cinematográficas que ficcionan aspectos poco conocidos de la vida de grandes figuras de la cultura, a partir de las pistas históricas disponibles. Es una especie de subgénero con muchos años de tradición y que por caprichos del azar lo encontramos, en menos de un año, con el foco puesto en las dos cimas de las letras hispanas y anglosajonas, Miguel de Cervantes y William Shakespeare.
Alejandro Amenábar recreó en su película ‘El Cautivo’ los años en prisión en Argel del autor de El Quijote, no sin cierta controversia pues sostiene, sin que haya registros históricos contundentes, que Cervantes pudo haber tenido una relación homosexual con su captor, Hasan Bajá, durante su cautiverio. Algo similar sucede con la obra de Maggie O’Farrell. La historia gira en torno a Agnes, la escasamente conocida esposa de Shakespeare, que en la ficción muestra una capacidad insólita para ver el futuro de los demás y es experta en la preparación de hierbas medicinales. Ni lo uno ni lo otro le habrían servido para evitar la muerte de su pequeño Hamnet, el hijo varón que tuvo con el dramaturgo.
En realidad, O’Farrell no distorsiona la historia real porque no existe, han subrayado voces autorizadas en el Reino Unido. Se sabe muy poco de la vida de la mujer de Shakespeare. Pasó a la historia con el nombre de Ana, aunque O'Farrell la llama Agnes, el nombre con el que aparece en el testamento de su padre. Los historiadores han rastreado durante muchas décadas el pasado de Shakespeare sin poder reconstruir con exactitud su vida familiar. Es cierto que su único hijo varón murió a los 11 años, pero se desconoce si fue por la peste, como cuenta la novela. Y mucho menos se tiene información fehaciente de la personalidad de su esposa, con la que tuvo otros dos hijos, Susanna y Judith.
Maggie O’Farrell dice en el libro que sitúa la historia en el contexto histórico de finales del siglo XVI, tras una minuciosa investigación, pero no oculta que al recrear cómo habría sido la esposa de Shakespeare le condicionó el maltrato que le fue infringido, a su juicio, por la mayoría de historiadores y biógrafos. Habitualmente Agnes/Ana aparece retratada como una campesina analfabeta que engañó al joven Shakespeare para casarse con él y que este había huido a Londres para alejarse de ella. O’Farrell, por el contrario, la describe como una mujer inteligente, autosuficiente y en cierto modo cautivadora, dotada con un sexto sentido para adivinar lo que su marido piensa y siente sin que este abra la boca.
“Cada generación imagina una versión de Shakespeare que refleja sus propias aspiraciones y ansiedades, lo que significa que cada generación lo malinterpreta de maneras reveladoras”, escribe Drew Lichtenberg, productor artístico del Shakespeare Theatre Company en Washington, en las páginas del The New York Times. Y recuerda, entre otros ejemplos, cómo en la película ‘Shakespeare in Love’ el actor Joseph Fiennes, con su perilla y pendiente, trasladaba a finales de los 90 una imagen transgresora del escritor que era casi más propia de un icono pop contemporáneo.
A Lichtenberg no le falta razón cuando dice que estos debates sobre cómo era la vida y la familia del genio parecen en principio “chismes literarios odiosos. Por qué debería ser importante a quién y cómo amaba Shakespeare. Pero la guerra fría contemporánea sobre la identidad de Shakespeare, su estado civil y su clase, sus pensamientos y deseos internos son de intensa importancia cultural”, afirma. Pues esto mismo, pienso, podría decirse de Cervantes y toda la conversación pública que desató la obra de Alejandro Amenábar. Puede que en definitiva lo que sucede es que tratamos de proyectar en la ficción cualidades contemporáneas o, como dice Lichtenberg, nuestras propias aspiraciones o deseos personales. Sea relevante o no, el debate sobre la obra de O’Farrell y Chloé Zhao continuará con el estreno de la película, de la que ya se sabe que competirá en los premios Oscar de Hollywood.
Dejar volar la imaginación con episodios opacos de escritores o pintores produce réditos narrativos que en muchas ocasiones seducen a lectores y cinéfilos. En ocasiones, con resultados interesantes. Lo hizo la escritora Tracy Chevalier en ‘La joven de la perla’, donde ficciona la relación entre el pintor Johannes Vermer y la modelo de su célebre obra, de la que sabe realmente muy poco. O la película ‘Capote’, donde a partir de hechos reales, Bennett Miller ficciona sobre la relación entre el escritor y los asesinos de su novela ‘A sangre fría’. La lista de precedentes es larga, pero dejémoslo aquí.
'Hamnet' es una novela muy recomendable. En realidad, no la leí, me la leyó la actriz Nikki García. Quería comprobar si el trabajo realizado por la editorial Libros del Asteroide es merecedor del premio Bookwire al Mejor Audiolibro en español de 2025. Yo diría que sí.

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