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El calentamiento global agrava la contaminación por plásticos

  • Foto del escritor: Alberto Aguirre de Cárcer
    Alberto Aguirre de Cárcer
  • 6 dic
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: hace 7 horas

Científicos británicos hacen un llamamiento a tomar acciones urgentes y evitar un agravamiento irreversible del problema


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Alberto Aguirre de Cárcer

Han sido encontrados en los polos del planeta y en islas remotas. En la fosa de las Marianas, el lugar más profundo de nuestros océanos, y en la cumbre del Everest, el techo de la Tierra. Y lo que es peor, han sido detectados en muchos tejidos humanos, incluido los del cerebro, y en nuestra sangre. Desde que fueron definidos en 2004 como un grave problema por el biólogo marino Richard Thompson, los microplásticos y nanoplásticos han suscitado un enorme interés científico. Ya se disponen de numerosas evidencias del daño que están produciendo en los ecosistemas y ahora la ciencia comienza a profundizar en los perjuicios que originan en el organismo humano.


La amenaza de estos fragmentos de tamaño inferior a los 5 milímetros puede ser mucho mayor de lo sospechado. Una revisión científica publicada en Frontiers in Science advierte de que la combinación entre el cambio climático y la contaminación por plásticos está generando una 'cocrisis' ambiental que amenaza con producir impactos irreversibles en los ecosistemas del planeta. El análisis, liderado por investigadores del Imperial College de Londres, sostiene que el calentamiento global acelera la fragmentación de los plásticos, aumenta su toxicidad y facilita su dispersión, intensificando los riesgos para la fauna y para el funcionamiento de los sistemas naturales.


Según los autores, las altas temperaturas, la mayor humedad en la atmósfera y la exposición creciente a la radiación ultravioleta provocan que los residuos plásticos se fragmenten más rápido en microplásticos que se dispersan a grandes distancias. Los fenómenos climáticos extremos, como tormentas e inundaciones, contribuyen además a esparcir millones de toneladas de basura plástica acumuladas en vertederos, ríos, océanos y suelos.


Este proceso es muy preocupante porque los microplásticos no solo son persistentes. También actúan como vehículos de otros contaminantes, incluidos metales pesados, pesticidas y sustancias químicas altamente duraderas, como los PFAS. Con el calentamiento global, aumenta además la liberación de aditivos peligrosos presentes en muchos productos plásticos, especifican desde el Imperial College.


Generalmente, los microplásticos se producen por la fragmentación de grandes productos fabricados con polímeros sintéticos, como los envases de plástico, si no se desechan o reutilizan de forma adecuada. Una vez liberados en la naturaleza, esos fragmentos de unos pocos milímetros de tamaño se van descomponiendo. Hay productos y actividades humanas que contribuyen a su aparición, como el lavado de la ropa, el desgaste de los neumáticos y los productos de limpieza, entre otros muchos.


La situación se agrava por las tendencias actuales de producción. Entre 1950 y 2023, la fabricación anual de plástico se multiplicó por 200, y no muestra signos de desaceleración. La revisión científica del Imperial College subraya que los efectos combinados del cambio climático y la contaminación plástica están siendo especialmente dañinos en los ecosistemas marinos. Numerosas investigaciones en corales, invertebrados y peces han observado que la presencia de microplásticos reduce la capacidad de los organismos para tolerar el calor y la acidificación del océano.


En niveles superiores de la cadena alimentaria, el problema se amplifica. Especies como los mejillones, que filtran grandes volúmenes de agua, acumulan y concentran microplásticos que luego trasladan a sus depredadores. Esto puede traducirse en dosis más altas para peces, aves marinas y mamíferos.


Los científicos aseguran que algunos grandes depredadores, como las orcas, podrían ser muy vulnerables. Su larga esperanza de vida y su posición en la cúspide de la cadena trófica exponen a estos animales al riesgo de una acumulación significativa de microplásticos y de contaminantes asociados. “Pueden convertirse en los canarios en la mina de carbón”, alertan los investigadores británicos, en referencia al rol de las orcas como indicadores tempranos de cambios ambientales profundos.


En tierra firme, aunque los efectos son menos comprendidos, se sabe que los microplásticos alteran los ciclos de nutrientes, afectan la salud del suelo y reducen los rendimientos agrícolas. Un estudio publicado en Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias de EE UU sugiere que los microplásticos podrían ser responsables de una reducción del 7 al 12% de la fotosíntesis global en plantas y algas. Un proceso que puede afectar a cultivos importantes para la Humanidad, como el arroz, el trigo y la soja. Según otra investigación reciente, en Europa existirían entre 63.000 y 430.000 toneladas de microplásticos en los lodos para abonar cultivos que son obtenidos a partir de aguas residuales.


La investigación científica demuestra que los microplásticos penetran en el organismo humano a través del aire que respiramos y la ingesta de alimentos, especialmente los ultraprocesados. Algunos de esos microplásticos son eliminados en las heces y la orina, pero otra porción entra a través del intestino en el torrente sanguíneo, pudiendo penetrar en el hígado y el cerebro. Diversos grupos de investigadores han detectado microplásticos también en la placenta, la sangre, el hígado, los testículos y en las arterias coronarias.


Un estudio publicado en 'Nature Medicine' por un equipo dirigido por Matthew Campen, de la Universidad de Nuevo Mexico, muestra que los microplásticos penetran en el cerebro, donde van acumulándose. Campen y sus colaboradores analizaron muestras de 52 cerebros, 28 de ellos de cadáveres sometidos a autopsias en 2014 y el resto de cuerpos sin vida examinados en 2024. En todas las muestras se hallaron microplásticos, pero las mayores concentraciones se detectaron en los cerebros de las personas fallecidas en 2024. Este grupo examinó también los cerebros de doce fallecidos con Alzheimer y comprobó que tenían entre tres y cinco veces más microplásticos que los detectables en cerebros sanos.


Según el profesor Campen, los cerebros no afectados por patologías podrían contener de media unos siete gramos de microplásticos, el peso de una cucharilla de ese material. El proceso acumulativo en el cerebro es inquietante porque en experimentos con ratones con predisposición a sufrir Alzheimer se ha constatado que los microplásticos pueden acabar desencadenando síntomas similares a los de esa enfermedad neurodegenerativa, según informaron investigadores de la Universidad de Rhode Island.


Frente a un panorama que los investigadores del Imperial College califican de preocupante, su trabajo propone una serie de medidas urgentes y sistémicas. Entre ellas, eliminar los plásticos de un solo uso no esenciales —que representan un 35% de la producción total—, limitar la fabricación de plástico virgen y establecer estándares internacionales que obliguen a diseñar materiales reutilizables y reciclables. En esa línea, subrayan que es necesario abandonar el modelo lineal de “producir-usar-tirar” y avanzar hacia una economía circular del plástico que incluya no solo reducir, reutilizar y reciclar, sino también rediseñar e innovar.


La coordinación internacional se presenta como un elemento clave, especialmente en el marco del futuro Tratado Global sobre Plásticos impulsado por Naciones Unidas. “El futuro no estará libre de plástico, pero sí podemos limitar una mayor contaminación por microplásticos”, afirman los investigadores. “Las soluciones requieren un cambio estructural que ataque el problema en su origen”.


El mensaje de la comunidad científica es claro: la contaminación plástica, unida a los efectos del cambio climático, puede desencadenar una alteración profunda de los ecosistemas si no se adoptan medidas inmediatas. El estudio concluye que integrar ambos fenómenos como una 'cocrisis' permitirá orientar la investigación, las políticas públicas y la innovación hacia soluciones más eficaces. La ventana de oportunidad, sin embargo, se estrecha rápidamente. Naciones Unidas es realista. Su 'brazo medioambiental' señala que la producción de plásticos y sus desechos se duplicó entre los años 2000 y 2019. Y es probable que la tendencia se triplique hacia 2060. Es tiempo de reaccionar.



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